jueves, 4 de octubre de 2012

El Guardián de los Dragones

Alguien llamó al telefonillo. Eran las nueve de la noche. Dos toques, los dos toques que siempre daba el chico que le gustaba tanto. Sabía que era él, era inconfundible la manera de llamar. Se levantó del sillón y se dirigió al telefonillo y abrió sin más. Luego fue a mirarse al espejo y se adecentó un poco intentando hacerse un moño. Tocaron a la puerta y fue a abrirle, aunque antes miró por la mirilla por si las moscas. Sí, era él.

Abrió lentamente y mientras se iba escondiendo detrás de la puerta. Él no dijo nada, e intentó mirarle a los ojos mientras ella seguía escondiéndose detrás de la puerta. Pero no aguantó mucho ahí detrás y salió disparada a darle un beso y abrazarle. Luego se fijó en que llevaba algo en la mano.

-¿Y eso? -preguntó con curiosidad mientras cerraba la puerta.
- Como sé que estás enferma pues te he traído unas cosas para ver si te mejoras. - Dijo mientras se dirigía a la cocina. -Mmmm... te he traído fruta, medicamentos y algo de sopa.
-No sabía que los médicos hicieran visitas a domicilio
-Cuando se trata de pacientes especiales como tú hago lo que sea - dijo mientras sonreía a la vez que se acercaba a la chica.
-Eh eh, pero, ¡eres un profesional! No te pases de confianzas- dijo ella mientras se reía
-¿No me vas a dar ni un beso? - dijo él mientras ponía una cara triste
-Claro que no, lo que falt...-antes de que ella pudiera acabar la frase, la besó.
-Cuando te pones enferma no hay quien te aguante, hablas por los codos - dijo él entre beso y beso. Ella le respondió mordiéndole el labio inferior. Un fea manía que tenía desde hacía mucho tiempo.

Poco después, le hizo un zumo de naranja, le dio la medicina, la obligó a ponerse el pijama y después la acompañó hasta la cama.


-¡No tengo sueño!-protestó ella, pero él no le hizo caso. Ella se resignó y se dejó arropar. -Vale, pero me lees un cuento.
Él ya sabía que a ella le encantaban que le leyeran un cuento, estaba acostumbrada a sus rasgos de niña pequeña y por eso no preguntó. Simplemente se levantó y fue a coger un cuento.
-Aquí solo hay un cuento.
-Ya lo sé, ese quiero que me leas. Era mi favorito.
-Pero, ¿otra vez?
-¡¡Síiiiiii!! Por fi...
-Vale vale, te leo el que quieras- le ponía feliz verla a ella así.

Empezó a leerle aquel cuento de fantasía sobre dragones. Él no tuvo que leer mucho, porque a las dos páginas la chica ya se había dormido. La contempló en silencio, notaba que le costaba respirar y le acarició la frente. Tenía un poco de fiebre. “Buenas noches pequeña” Le susurró y luego le dio un beso en la mejilla. Apagó la luz y cerró la puerta.

“Buenas noches pequeño” - dijo ella en bajito.
Luna Plateada