lunes, 20 de enero de 2014

La Gran Guerra

Uno en frente del otro, sin decir absolutamente nada, contemplándose. Tantas cosas que contarse, y tan pocas a la vez. Estaban separados, pero ambos querían abrazarse, decirse que se habían echado de menos, llorar, ¿por qué no? En vez de eso, permanecieron quietos, mudos, en medio de aquella calle solitaria en la que se habían encontrado por casualidad. 
Una jaula invisible los envolvía, impidiendo que pudieran irse, pero tampoco acercarse. Algo había cambiado. Todo, para ser exactos. Eran las mismas personas, el mismo lugar, pero seguía sin ser igual. Ellos habían cambiado.
La gente caminaba por la calle, ajenos aquella guerra que se estaba librando en cada uno de ellos. Una guerra contra ellos mismos, una batalla que se había librado y ya habían perdido. El gran reto de olvidarse. 
Quizás no se trataba de olvidarse, o de evitar el tema. Quizás se trataba de afrontarlo, como lo estaban haciendo en ese momento, solo que la única arma que tenían era el silencio. El poderoso y mudo silencio.
Las nubes amenazaban con interrumpir aquel momento, aquella Gran Guerra. El tiempo transcurría, y ellos seguían perdidos en aquel cruce de miradas. Como si todo lo demás no existiera, y ellos fueran los únicos en medio de aquella inmensa burbuja. 
La lluvia hizo acto de presencia, y ambos se mojaron completamente. El chico comenzó la guerra. Se acercó y le acarició la cara. Entonces ella lo comprendió, aquel era el único y último movimiento que se iba a librar en aquella batalla. Notó su mano cálida, y lloró al recordar tantos momentos que habían vivido. Lloró al recordar que todas las personas que habían pasado por su vida, se habían ido, sin excepción. Esta vez era ella quien se iba a ir, no podría soportar otra pérdida más.
Le agarró la mano y se la apartó de la cara. Él intentó decir algo, pero ella le tapó los labios con los dedos. Él lo entendió. No quería librar esa batalla, pero sabía que era necesaria. 
La chica cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir estaba perdida en medio de alguna calle de aquella ciudad caótica. La Gran Guerra se había librado y el mundo parecía ajeno a tal acontecimiento. Sin embargo, en el cuerpo de ella quedaban las heridas de guerra: la huella de la mano grabada a fuego en su cara, el cansancio de una mirada que había luchado por sostener otra mirada, y los dedos doloridos por callar a la otra persona cuando lo que quería era escucharla.
Pero por fin había llegado a su fin la guerra. Y había ganado.
A veces está bien luchar contra ti mismo, porque tú eres tu mayor enemigo y tu mayor aliado. Nadie va a saber derrocarte como lo haces tú. Pero tampoco ayudarte. Así que, si vas a luchar, hazlo con todas tus fuerzas. Solo uno de los dos puede sobrevivir, tu peor enemigo o tu mejor aliado. 
Tú.
Luna Plateada

miércoles, 15 de enero de 2014

El lugar de los recuerdos

Se metió en la cama como todas las noches, en su lado. Y dejó conscientemente el hueco para el recuerdo de aquella persona que una vez estuvo ahí, a su lado. La cama no es que fuera muy grande, pero ella estaba bastante cómoda en su esquina, dejando hueco para el vacío.
Se puso a leer tranquilamente, y de pronto, como todas las noches, volvió a notar su presencia. Giró la cabeza hacia el hueco que había dejado y cerró los ojos. Pudo notar cómo aquel chico que hace tanto había estado en su hueco, ahora la acariciaba. Notaba su mano suave, firme y caliente sobre su rostro, y aquella caricia le hizo llorar. Él le apartó el pelo de la cara, le quitó una lágrima que bajaba lentamente por su mejilla y le subió el mentón:
‘Sé fuerte pequeña, todo irá bien.’
Creyó escuchar, y rompió a llorar al abrir los ojos y descubrir lo sola que estaba en su cama, en su casa y en su propia vida. Volvió a cerrar los ojos, intentando evocar aquel recuerdo, pero fue en vano, pues ya no estaba. En cambio, su piel aún seguía sintiendo aquella caricia, como si se le hubiera tatuado en la piel.
Se tapó con la manta, sin invadir el espacio que había dejado para su recuerdo. El hueco que había dejado aquella persona en su corazón cuando se fue.
'Sé fuerte pequeña,
todo irá bien.'

Luna Plateada


sábado, 4 de enero de 2014

Vámonos

-Vámonos. Lejos, muy lejos. Donde quieras, elige un lugar. Pero juntos, vámonos juntos. – Me dijo ella. La miré escéptico, no creía que ella me pidiera eso.
-¿Qué me dices? – Me preguntó mientras me tendía la mano. Esperaba una respuesta, y me miraba con tanta seguridad que me asustaba. Iba en serio; totalmente en serio. Ignoré su mano, y le agarré la cara para besarla. Ella se dejó.
-¿Eso es un ‘sí’? – Preguntó con una media sonrisa dibujada en aquel beso. La miré a los ojos, era todo lo que estaba buscando en esta vida, y en otras. Lo era todo, la necesitaba. ¿Cómo iba a ser un no? Que me dijera que me fuera con ella, a cualquier lugar, me hacía el chico más feliz del mundo, ¿qué más podía pedir?
-Eso es un ‘no me voy a separar de ti’.- Ella rió feliz, ignorando que si por mí fuera me quedaría a vivir en su risa y su sonrisa. Para siempre.
‘Vámonos’
Luna Plateada