-Aquí tiene. Diríjase a la número 5. El tren saldrá en 10 minutos.- contestó el hombre que le vendió el ticket. Ella se sentó en un banco con vistas a las vías del tren. Observó a su alrededor; apenas había gente.
Siempre hacía el mismo recorrido; cada vez que creía que todo le superaba y que ya no podía aguantar más. Hacía la maleta, se iba a aquella estación para pedir un billete a ninguna parte, y se perdía en sus pensamientos, intentando recordar las decisiones que la habían llevado hasta ahí.
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Nunca sabemos de lo que somos capaces hasta que lo intentamos. |
El tren llegó con fuerza a la estación. Ella se levantó, era el momento de tomar la gran decisión. Y estaba allí para hacerlo, pero por desgracia, esa no era la primera vez. Las puertas del tren se abrieron, y pudo ver como su cuerpo se congelaba, incapaz de moverse, de reaccionar.
“Vamos, tú puedes” se dijo a sí misma, sin ningún resultado. No sabía cuánto tiempo había estado parada, pero cuando volvió a la realidad, el tren ya se había marchado, y una vez más, no se había subido.
Cogió sus cosas, y se convenció de que no coger aquel tren era lo mejor. Como hacemos todos cuando hemos tomado una mala decisión. Le sacamos el lado negativo y nos protegemos en que todo podría ir mal con esa decisión.
En el fondo, siempre es la misma historia. Nos conformamos con ser infelices porque nos da miedo el cambio. Y al miedo sólo nos podemos enfrentar solos.
Luna Plateada