miércoles, 26 de febrero de 2014

Miedo

Tiene miedo del futuro, de lo que podría pasar, de las consecuencias de sus decisiones. Tiene miedo de equivocarse, definitivamente. De fallar a los que quiere, de alejarse de lo que ama, de irse y no volver.
Miedo, totalmente humano, pero irracional. Y aún sabiendo esto, sigue teniendo miedo. No se siente protegida, y hace tiempo que esa palabra ya no sirve para ella. Hace tiempo que no siente que alguien la proteja, que esté ahí cuando no puede consigo misma. Hace tiempo que se ha abandonado. 
Un escalofrío le recorre el cuerpo, y de pronto siente que se ahoga en la habitación en la que se encuentra. Mira por la ventana y contempla las nubes que acechan en el cielo. Un sentimiento de soledad le recorre cada centímetro de su piel. 
‘Quizás es que nadie sabe cuidarme. Ni siquiera yo.’ Piensa, mientras llora en silencio. Sí que hay personas que saben cuidarla, pero no se deja. El problema es ella. Empieza a llover. Miles de gotitas caen en la cornisa de la ventana, y por un momento, la chica se siente acompañada por las nubes. No es la única que llora.

Se tumba en la cama, se coloca la manta sobre ella y comienza a llorar mientras abrazaba la almohada con todas sus fuerzas. Ya no puede más; solo quiere dormir y despertarse cuando haya pasado el invierno.
Luna Plateada

sábado, 22 de febrero de 2014

Luchar o no luchar

Él estaba acurrucado en la cama, y ella lo miraba apoyada desde la pared. Parecía tan tranquilo, tan feliz, ajeno a todo lo que a ella le atormentaba. 

Ella se contentaba con mirarle. No sabía cuántas veces más volvería a verlo, o si esa sería la última vez que lo vería. Y sin querer, una lágrima recorrió su mejilla. Deseaba con todas sus fuerzas que él se despertara y la abrazara, le necesitaba. Pero eso nunca ocurría, él siempre dormía y ella siempre estaba despierta en medio de la oscuridad, completamente sola.
Todas y cada una de las noches que dormían juntos, él se quedaba dormido, mientras ella se quedaba despierta hasta las tantas. Todas y cada una de esas noches, ella se sentía completamente sola. Seguramente, el problema era de ella, por no despertarle. Él se hubiera despertado de buen grado y la hubiera abrazado y dado todo ese cariño que le faltaba, pero ella no se atrevía, no quería sentirse peor persona de lo que ya se sentía. Tendría que superarlo.
Y un día, todo cambió. Se acostumbró a estar sola, se ayudó a sí misma a salir de ese pozo de tristeza en el que vivía sumida. Ya no era tan feliz como lo fue al principio de todo, pero al menos ya no se sentía sola cuando no tenía a nadie. Había aprendido a sobrevivir. Se había vuelto a encerrar en sí misma, dispuesta a luchar por proteger su alma y su corazón, para que no le hicieran daño. Lo que significaba que aquel chico ya no estaba dentro de las fronteras. Al igual que ella se sentía fuera de sus sueños todas aquellas noches, él ahora no estaba en los de ella. Y a partir de entonces, las noches cambiaron.
Ella estaba acurrucada en la cama, y él la miraba apoyado desde la pared. Parecía tan tranquila, tan feliz, ajena a todo lo que a él le atormentaba.


Luna Plateada