viernes, 30 de diciembre de 2016

Mind-wandering

            No sabría explicarle a alguien que no lo haya sentido la paz que me produce el mar, las olas, en esta isla. Vivo en un lugar privilegiado donde el océano me rodea por todos lados, y juro que si hubiera un paraíso, sería esto.

            Cerca de unas de las playas más grandes que hay en mi pueblo, hay unos bancos, cerca del muro, en el que te puedes sentar para observar la inmensidad del mar. No recuerdo la cantidad de veces que he estado en este banco: a solas, acompañada, con mi perrita, durmiendo en el regazo de alguien, observando las estrellas, pidiendo deseos, teniendo conversaciones profundas -y no tan profundas-, pensando sobre la vida… Todo ello con el mar de fondo, con las olas chocando contra la orilla y arrastrando las piedras.

            Da igual lo que pase en mi vida, siempre que voy a mi hogar tengo que pasar por allí. Soy una persona de costumbres, lo sé. Hay veces que me imagino siendo muy muy mayor, yendo con mis últimas fuerzas hasta ese banco y sentándome para observar el atardecer. Es un pensamiento que me trae mucha paz.

            La vida da muchas vueltas. Muchas. Y pasa muy muy rápida. Aunque soy joven, siento que he vivido muchísimas cosas, y que esas no son ni un 1% (aunque siendo coherentes, serán un 25% más o menos).

            Sigo escribiendo, sigo soñando, y sigo teniendo a mi niña interior, pero algo ha cambiado. Y si intentara explicarlo estaría revelando mi pequeño gran secreto.

            Antes no solía abrirme, pero ya llevo tiempo tratando de cambiar eso, y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. La cantidad de cosas que me ha traído el simple hecho de confiar en los demás, de no guardar las cosas para mí: las relaciones con mis amigos han mejorado muchísimo y he conocido gente nueva y sorprendente. Es bueno abrirse y ser claro, sobretodo con uno mismo.

            Sé que lo que viene en estos próximos años va a ser increíble, y lo sé porque es lo que quiero: conoceré nuevos lugares, nuevas personas, nuevas experiencias. Pero hay algo que no será nuevo, volveré a este lugar para admirar el mar. Porque…
'The good life is built with good relationships'
No sabría explicarle a alguien que no lo haya sentido la paz que me produce el mar, las olas, en esta isla.

Lune Argentée

domingo, 4 de diciembre de 2016

La migración de las aves

Andorina o golondrina común.
             Pasa el invierno en la mitad sur de África
          y vuelve todos los años a Europa para
             construir sus nidos.



Estaba sentada en el borde de su ventana observando una bandada de pájaros atravesando el cielo cuando un sentimiento de libertad la inundó. Eso era lo que ella quería. Ser libre.

No libre en el sentido de estar sola, o en el sentido de no tener ataduras. Libre en el sentido de poder elegir. Poder volar lejos, muy lejos, migrar. Y libre de poder volver, o no, o tardar más.

                  Y esa libertad la quería en todos los sentidos, y la había conseguido en muchos de ellos, pero a veces se le había escapado. Tanto porque se la habían ido quitando poco a poco, como porque ella misma la había guardado con tal de poner otras cosas por delante: como el amor. Pero pensando sobre eso, ¿no debería darte el amor alas para volar? ¿Cómo algo tan bonito y mágico podía hacerte pensar que no eres libre?

                  Si algo había aprendido durante los últimos años, y sobretodo en aquel último año, era que había muchísimas formas de amor, de amar. Había personas capaces de besarte con una sonrisa, personas capaces de entenderte sin conocerte, personas con manos que erizaban la piel y la calmaban a la vez, personas con ojos tan azules que podías nadar en ellos… tantas personas, cada una con su historia, y cada una con su forma particular de amar.

                  Ella había experimentado muchas de esas formas de amor, y las adoraba todas. Pero tenía una preferida, y tenía que ver con ella misma: el amor libre. Ese en el que la otra persona confía en lo que siente, en el que sabe lo que vale él, y lo que vale ella, y te deja ir. Te deja que vueles lejos, muy lejos. Que migres, que descubras, que te ayuda a llegar aún más lejos, y que a la vez espera que vuelvas. No porque confíe en ti, o en lo vuestro, sino porque confía en lo que siente él. En su propio amor.

                  No se trata de meter el amor en una jaula, para admirarlo o tenerlo a tu lado. Se trata de ayudarle a que vuele más lejos, donde nunca había llegado. Ser sus alas y a la vez su hogar. Eso es amor.

                  Y ese amor es el que tienes que tener por ti mismo antes de nada. Dejarte ser libre, porque tú eres donde empieza todo el amor. Y donde termina.

PD: Ojalá que esa chica encuentre en algún momento a alguien que entienda esa forma de amar en libertad y la deje volar. Lejos, muy lejos.

Lluna Platejada

domingo, 6 de noviembre de 2016

La chica del tren

Un tren que no se sabe ni el destino ni el tiempo que le tomará llegar hasta allí. Un tren con mil ventanas y mil puertas.

Mil puertas para que te bajes cuando quieras.
Mil ventanas para que disfrutes del trayecto y admires la belleza del paisaje.

Puedes bajarte en cualquier momento, pero cuanto más tiempo pase, más rápido irá y más heridas tendrás al saltar de él. Pero también ten en cuenta que puede que al final solo haya un muro inmenso. Que te podrías estrellar contra él y acabar con muchas más cicatrices que si hubieras saltado al principio. O no. O podría no haber muro.

Tampoco puedo decirte si habrá paradas, si esto seguirá acelerando como hasta ahora, si habrá baches, si pasaremos por tus lugares favoritos, si te arrepentirás de haber cogido este tren y no otro. O si te arrepentirás de no haberlo cogido antes.

Lo único que sé es que ya te has subido, y que yo soy la chica con la que lo compartes. Si te bajas o te quedas, tendrás que decidirlo tú.

"A book where the main character slowly
 falls in love with the reader"
Luna Plateada