domingo, 26 de abril de 2015

El guardián invisible

-Ven aquí pequeña. ¿Qué te ha pasado? - dijo él mientras la recogía del suelo y la rodeaba con los brazos. Ella gimoteó y siguió llorando. - Ya pasó, ya estoy aquí. A tu lado. Venga, tranquila, todo va ir bien. - Dijo él mientras le acariciaba el pelo y notaba lo delgada que estaba. Podía notar todos sus huesos y su sufrimiento. Ella no paraba de llorar y sus piernas le flaqueaban.

Ella le agarró con fuerza de la camisa, con sus últimas energías, tirando de ella mientras sus lloros se hacían más fuertes. Él la agarró con más fuerza y de pronto, desfalleció en sus brazos. El chico se asustó mucho y la tumbó en la cama. Apenas respiraba, solo un hilito de aire salía por su boca. 

Llamó con su teléfono a urgencias, dándose cuenta de que la estaba perdiendo y que aquellos minutos eran los últimos que tenía a su lado. Se arrodilló junto a la cama y le agarró la mano:

-Pequeña, por favor, no te vayas. Te necesito aquí, conmigo. No te rindas. - Pero sabía que ella ya se había rendido, que su dolor había sido más fuerte que su fuerza de voluntad. Y también sabía que él había llegado tarde. Demasiado tarde.

-Por favor…

Ella le contemplaba desde detrás, viéndose a sí misma, un saco de huesos, en aquella cama, mientras aquel chico al que había amado lloraba intentando que volviera. Pero era demasiado tarde, ya no podrían despedirse y decirle lo enamorada que ha estado siempre de él. 

Le acarició el pelo y él se estremeció. Esa fue la última vez que se sintieron.


Luna Plateada