martes, 29 de enero de 2013

Escala de grises

“¿Por qué se habrá puesto así? ¿He hecho algo mal?” Pensé, al tiempo que me acomodaba las rastas y me las ataba con una vieja coleta roída por el tiempo. “Ya se le pasará” Cogí la bicicleta, en dirección a la playa. Hacía un bonito día de primavera, y el sol brillaba con intensidad allí en lo alto, tan imponente como siempre. Llegué a la playa, dejé la bici medio escondida detrás de una gran roca, y con mi mochila fui directa a la playa. No paraba de darle vueltas a la discusión que había tenido con Carlos. ¿Acaso no puedo ser feliz? Él tiene novia, o lo que sea que tiene, y ¿yo no puedo salir a dar una vuelta con quien me dé la gana?
No supe que tenía “novia” hasta que me besó la primera vez. No me sentó nada bien, pero seguimos viéndonos. ¿Por qué? Pues porque sí, me gustaba, y punto. Además, tampoco es que lo quisiera para mí sola, yo también tenía mi vida. Desde un principio le dije que no quería problemas, y que no buscara en mí algo más de lo que ya teníamos. Él parecía conforme, hasta hoy. ¿A qué venía aquella escena de celos? Nunca le pedí que dejara de verse con la otra chica, ni se lo pediré. Asimismo, él tampoco podía reprocharme que saliera con algún chico. 
“No entiendo a los chicos. Luego hablan de nosotras, pero ellos también se las traen. No es que piense que las cosas son blancas o negras, pero mi escala de grises no tiene ochenta mil tonalidades. Si él quiere enfadarse, que se enfade. No voy a ir detrás de él rogándole que perdone mi falta de tacto”
Estiré la toalla en aquel pequeño espacio lleno de arena, me quité la ropa, y la tiré sin cuidado sobre la mochila. Nunca he sido muy delicada, y no iba a serlo con la ropa. 
“Qué fría soy, la verdad. Tampoco es que no me importen sus sentimientos, pero no puede pretender que deje de vivir mi vida para estar con él. Eso sería como encerrar en una jaula a un pájaro. Él nunca me ha dicho lo que siente por mí. Ni siquiera creo que sienta algo, simplemente es el sentimiento de posesión. Como cuando te roban algo que no necesitabas. Vale, no lo necesitabas, pero es tuyo” Cogí la mochila, y busqué en ella unas gafas. Casi no podía ver, me estaba quedando ciega con tanto sol.
“¿Sabes? Ya es hora de dejar de pensar en él. Si quiere algo de mí, que me busque” Pensé, mientras me levantaba para ir a darme un baño. El agua consiguió enfriar mis pensamientos y sentimientos. Por el momento.
Luna Plateada


5 comentarios:

  1. Hola Luna Plateada.

    Es cierto eso que dices que: cuando se es feliz se escribe menos, lo comparto.

    Nos leemos.

    Saludos.

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  2. No queremos pensar en él, pero la mente, caprichosa ella, se aleja, divaga y... pensamos en él y en lo que nos gustaría que pasara.
    Un abrazo, Luna.

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    1. Otro abrazo para ti también, Auroratris.

      Luna Plateada

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  3. El último párrafo le da a la chica toda la razón :)

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