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Andorina o golondrina común. Pasa el invierno en la mitad sur de África y vuelve todos los años a Europa para construir sus nidos. |
Estaba sentada en el borde de su ventana observando una bandada de pájaros atravesando el cielo cuando un sentimiento de libertad la inundó. Eso era lo que ella quería. Ser libre.
No libre en el sentido de estar sola, o en el
sentido de no tener ataduras. Libre en el sentido de poder elegir. Poder volar
lejos, muy lejos, migrar. Y libre de poder volver, o no, o tardar más.
Y esa libertad
la quería en todos los sentidos, y la había conseguido en muchos de ellos, pero
a veces se le había escapado. Tanto porque se la habían ido quitando poco a
poco, como porque ella misma la había guardado con tal de poner otras cosas por
delante: como el amor. Pero pensando sobre eso, ¿no debería darte el amor alas
para volar? ¿Cómo algo tan bonito y mágico podía hacerte pensar que no eres
libre?
Si algo había
aprendido durante los últimos años, y sobretodo en aquel último año, era que
había muchísimas formas de amor, de amar. Había personas capaces de besarte con
una sonrisa, personas capaces de entenderte sin conocerte, personas con manos
que erizaban la piel y la calmaban a la vez, personas con ojos tan azules que
podías nadar en ellos… tantas personas, cada una con su historia, y cada una
con su forma particular de amar.
Ella había
experimentado muchas de esas formas de amor, y las adoraba todas. Pero tenía
una preferida, y tenía que ver con ella misma: el amor libre. Ese en el que la
otra persona confía en lo que siente, en el que sabe lo que vale él, y lo que
vale ella, y te deja ir. Te deja que vueles lejos, muy lejos. Que migres, que
descubras, que te ayuda a llegar aún más lejos, y que a la vez espera que
vuelvas. No porque confíe en ti, o en lo vuestro, sino porque confía en lo que
siente él. En su propio amor.
No se trata de
meter el amor en una jaula, para admirarlo o tenerlo a tu lado. Se trata de
ayudarle a que vuele más lejos, donde nunca había llegado. Ser sus alas y a la
vez su hogar. Eso es amor.
Y ese amor es el
que tienes que tener por ti mismo antes de nada. Dejarte ser libre, porque tú
eres donde empieza todo el amor. Y donde termina.
PD: Ojalá que esa chica encuentre en algún momento a alguien que entienda
esa forma de amar en libertad y la deje volar. Lejos, muy lejos.
Lluna Platejada
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