domingo, 20 de noviembre de 2011

Un velero sin mar

La brisa del mar acariciaba mi cara y mi pelo ondulaba con el viento. Estaba sentada en la proa de mi velero. No se movía mucho, pero poco a poco avanzaba. Con la punta de los pies podía tocar aquellas aguas cristalinas que dejaban entrever el mundo que se escondía debajo del velero. El sol se estaba poniendo, y sus rayos cada vez calentaban menos. Aún así, no tenía frío. Es más, tenía calor. Sentí la imperante necesidad de sumergirme en el agua, en aquellas aguas que se me antojaban perfectas pero que a la vez se me presentaban como una insensatez.

Me puse de pie y empecé a desvestirme, poco a poco, sin prisas. Mientras, los rayos del sol iban iluminando cada parte de mi cuerpo, como si él también estuviera desvistiéndome. Cuando ya no tenía ninguna prenda que me uniera con la realidad, me asomé al borde del velero, y me dejé llevar.

Noté como el agua rozaba mi piel y entraba por mis poros. Noté como el frío se apoderaba de mi cuerpo y los rayos del sol dejaban de calentarme. Noté la adrenalina en mis venas y la sangre correr por todas ellas. Noté que estaba viva.

Mis ojos se acostumbraron al agua, y aunque la oscuridad se había apoderado del mar aún podía ver esos peces de colores que tanto llamaban mi atención desde el velero. Nadaba libre por aquellas aguas, contemplando todos los peces que estaban a mi alrededor. Poco a poco, me empezó a faltar el aire. Tenía que volver a la superficie para poder respirar, aunque no lo veía necesario. Quería seguir nadando, seguir sintiéndome libre. Pero era hora de volver, ya no podía seguir sin oxígeno.

Ya en la superficie, me empezaron a dar escalofríos. El sol estaba a punto de desaparecer, y nadar a oscuras no era una buena idea. Subí por las escaleras de madera del velero. Empecé a tiritar, y cogí una toalla para secarme. Cuando ya entré en calor, volví al mismo sitio donde estaba sentada al principio. A la proa de mi velero. Volví a tomar las riendas de él y cambié de rumbo. Era hora de buscar un nuevo mar donde navegar, una nueva vida que vivir.

Luna Plateada

2 comentarios:

  1. Es una verdadera pasada como describes la escena, ojala pudiera hacer algo parecido
    Que grande eres

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    1. Muchas gracias Dani. Todo un halado viniendo de ti.
      Tú sí que eres grande.
      Un abrazo.

      Luna Plateada

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