lunes, 1 de julio de 2013

Lágrimas de cristal

Una lágrima corría delicadamente por su piel de porcelana. Aquella gota de agua impregnaba cada uno de sus poros, refrescándole la cara. Pero era una, solo una lágrima la que recorría lentamente aquella piel tan tersa. 
Dejó que la gota llegara hasta su boca, y notó el sabor amargo de aquella lágrima que solo era el principio que acontecía una tormenta. 
Ella, que se creía tan fuerte, tan indestructible, tan capaz de todo, ahora se derrumbaba. Notaba como sus ojos su aguaban cada vez más, ya casi no distinguía la figura de aquel chico que la dejaba atrás. Pero seguía manteniendo la mirada, aunque su vista ya era borrosa, y sus ojos estaban a rebosar de lágrimas. Intentó gritarle, pero se le quebró la voz. Apenas podía decirle que se quedara, que le necesitaba. No dejarle ir. Intentó mover sus piernas, y también le fallaron. ¿Qué le pasaba? ¿A caso aquel corazón de piedra había ha vuelto a latir y ahora era su cuerpo el que se había convertido en piedra? ¿Por qué?
El verdadero valor es hacer frente a la situación
sin dudar, aún sabiendo de antemano que vas a perder.
Lo volvió a intentar. La silueta iba desapareciendo, ya casi no quedaba nada de él. Volvió a intentarlo. Miles de lágrimas corrieron detrás de aquella primera lágrima. Su mirada se estaba aclarando. Intentó gritar, pero solo le salió un murmullo. Sin embargo, su cuerpo ya no estaba entumecido, sus pies le respondían poco a poco. Se frotó la cara, intentando despejarse, y con fuerza volvió a intentarlo una vez más. Esta vez, pudo moverse, pudo gritar, y pudo ver; pero ya era tarde.
Aquel chico había desaparecido por completo, ella no sabía por dónde empezar a buscar. Sus piernas le fallaron, y acabó de rodillas en el suelo. Todo le daba vueltas. Se llevó las manos a la cara y empezó a expulsar todo el llanto que llevaba dentro. Lloró durante más de una hora, sin parar, hasta que se fue acurrucando en el suelo frío e incómodo. Ya no le quedaban lágrimas. Se puso en posición fetal, agarrándose las piernas, y poco a poco sus latidos eran cada vez más lentos. Ya no aguantaba más, ya no quería seguir luchando. No merecía la pena. Y se durmió.
Como siempre, apareció su ángel de la guarda. Nunca la dejaría sola; solo le dejó espacio para que ella misma rompiera ese muro que se había construido para ‘protegerse’. La cogió en los brazos, y la llevó a casa. Ella volvió a llorar entre sus brazos. Y la última lágrima…
La última lágrima corría delicadamente por su piel de porcelana. Aquella gota de agua impregnaba cada uno de sus poros, refrescándole la cara. Pero era una, solo una lágrima la que recorría lentamente aquella piel tan tersa. La última.
Luna Plateada

2 comentarios:

  1. Toda ruptura tiene una serie de procesos, dejar salir las lágrimas es el primero, luego llegan los demás, sin avisar, en orden, no se precipitan, hacen su aparición poco a poco hasta aceptar ese duelo.
    Bella lágrima, Luna.
    Abrazos.

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  2. Me encanta la manera en que escribes :)
    Ojala el no se hubiera ido, pero vendrán mejores :P su felicidad seguro encontrara otras razones que seguro lo merezcan mas :D

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