viernes, 16 de mayo de 2014

Olas


-¿Pero aún no estás lista?
-No, cinco minutos más, por fa. – replicó ella.
-Bueno, vale, pero no tardes. –Ella le sonrió y le sacó la lengua. Sabía que aunque tardara mucho, él no se enfadaría. Después de un momento de vacilación se acercó a ella y luego la beso.
-La recompensa por esperarte – dijo él, después de besarla.
-Todos los que quieras entonces. – y siguió en lo que estaba. Cuando él salió por la puerta, ella se levantó rápido de la mesa y guardo un pequeño paquete en su mochila. Recogió las cosas que estaban encima de la mesa, se puso el bañador con rapidez, se vistió y se hizo una trenza. Todo ello en menos de cinco minutos.
-Estoy lista – dijo mirándole mientras él estaba sentado en el sofá entretenido con sus cosas.
-Pues vámonos entonces. El coche está en la esquina de siempre.  Por cierto, estás muy guapa con esa trenza – dijo él mientras se acercaba a ella y le agarraba de la cintura. La besó.
-Gracias. Voy a por la tabla, coge la botella de agua de la nevera por favor – dijo ella mientras desaparecía.
Diez minutos más tarde ya tenían las dos tablas en el coche, bien sujetas. El motor en marcha y la música puesta. Estaban listos. Ella conducía.
El camino de ida transcurrió entre risas y sonrisas. No podían ser más felices.
O sí.
Cuando llegaron, cogieron lo indispensable, nada de móviles ni carteras ni ningún objeto de valor. Todo eso iba al maletero. Fueron con las tablas hasta la playa, se pusieron el neopreno y la crema, y escondieron las llaves del coche entre algunas piedras.
-¿Aún no estás listo? – Preguntó ella imitándolo.
-Cinco minutos más, por favor, que soy muy presumida – contestó él con una voz chillona, intentando imitarla. Ella se rió y le besó.
-Dios, esta crema sabe asquerosa. Te la pones a posta para que no te bese. – Todas las veces que iban a coger olas le repetía lo mismo. Pero él seguía usando la misma crema.
-Pero el beso merece la pena.
-Bueno, bueno. Tampoco te pases -  Contestó ella.
-Bésame. – Dijo él, mientras cerraba los ojos y ponía morritos, intentado picarla.
-¡Quien coja la primera ola no hace la cena! – contestó ella a lo lejos mientras corría.
-¡Eh, eso es trampa! – dijo él mientras salía corriendo detrás de ella. No la alcanzó hasta que ambos estuvieron en el agua.
Ella divisó la primera ola a lo lejos, tenía muy buena pinta. Por la serie, sabía que esa iba ser bastante grande, solo tenía que esperar. Remó un poco más lejos para cogerla mejor. Era una de derechas, sus favoritas.
-Esa es mía, preciosa. – Dijo él mientras la adelantaba.
-Eso te has creído tú.  – Ambos empezaron a remar, él la ganaba en fuerza pero no en agilidad. Estaban casi en la ola, cuando ella hizo un amago y con una rapidez abismal se colocó delante de él, dispuesta a quitarle la ola. Cuando el chico se dio cuenta, ya era demasiado tarde, tenía que dejársela.
Ella se acercó con la tabla y le dijo:
-Me dijeron que hoy no hago yo la cena. Espero que esté a la altura la cena.
-Lo estará. No todos los días se hacen cinco años juntos. 
Y así transcurrió la mañana, entre risas y olas. Disfrutando del mar, de la sal y del amor. No hacía falta nada más.

Ya hambrientos, salieron del agua y empezaron a comer los bocadillos que habían traído.
-Dios, te has lucido con el bocadillo. Está riquísimo, te salió genial la tortilla – dijo él.
-Eso me lo dices para que te los siga haciendo. – dijo ella mientras le guiñaba un ojo.
-¿Se puede ser más feliz? Hoy hago cinco años con una  chica preciosa y celebrándolo de la mejor forma posible: cogiendo olas. Adoro el karma.
-Con lo malo que eres jugando a la play, el karma debería castigarte.
-Eh eh, que yo no soy malo, solo que tú eres una viciada.
-Jajajajaja Mal perder me dijeron. – Se acercó a él, y le dio un beso en la mejilla. - ¿Un descansito después de comer?
-Vale.
Se recostaron en la arena, el sol les calentaba los cuerpos fríos del agua. Estaban exhaustos pero con energías. La felicidad recorría sus venas.
Tiempo después ya estaban los dos cogiendo olas de nuevo. Cuando llegaron a casa aquella noche, estaban extasiados.
-Tengo algo para ti – dijo ella, mientras ambos salían de la ducha.
-¿Ah sí? – preguntó él con picardía. - ¿Y es sexo?
-Jajajajaja Ven aquí – él se acercó, para recibir su beso. Ella se apartó y le dijo:
-Que te lo has creído guapo. – dijo mientras desparecía del baño. Cuando él llegó a la habitación, ella le esperaba con un paquetito en las manos.
-Pensaba dártelo antes, pero me olvidé. Toma.
Él sonrió y la besó, no le importaba lo más mínimo el regalo. La tiró sobre la cama y siguió besándola.
-No hay mejor regalo que este. – Ella se rio. Lo más gracioso era que aquel paquetito solo venía con un trozo de papel donde estaba apuntado un número. El número de la pizzería más cercana, para que él no tuviera que hacer la cena.
Conocerse es el mejor regalo que les había hecho el mundo. ¿Qué más daba todo lo demás?
Luna Plateada

1 comentario: